“Serás lo que debas ser o serás abogado”, dijo el profesor el primer día de clases. Y fue quizás esa frase la que marcó los años que seguirían a continuación. La realidad era que, al finalizar el colegio secundario, no sabía realmente qué hacer. No tenía una vocación muy fuerte hasta ese momento. Pero su voz interior era fuerte y se hacía respetar. “Me costó la carrera. Casi la abandono tres veces, pero fui persistente y me propuse terminarla. Mientras estudiaba, también trabajaba en distintos rubros. Pero cuando entré al área de legales en el mundo corporativo me di cuenta de que, más que estudiar derecho, me gustaba resolver asuntos ejerciendo y aplicando el conocimiento. Me sentía atraído por la experiencia que me daba el trabajo”, recuerda Tomás Thibaud.